EMILIO GAVIRA: «La poesía es un (otro) modo de relacionarnos con la realidad, de observarla desde fuera y de revertirla hacia dentro transformada en poema» | Ediciones Pangea

EMILIO GAVIRA: «La poesía es un (otro) modo de relacionarnos con la realidad, de observarla desde fuera y de revertirla hacia dentro transformada en poema»

Emilio Gavira en la presentación de su poemario en el Pozo de las Penas.

Emilio Gavira Amuedo ha publicado recientemente su primer poemario, Ahora que el tiempo nos alcanza, en esta casa, o en este patio que es Ediciones Pangea. Y hemos querido preguntarle sobre algunas cuestiones de su obra y su forma de entender la poesía para que los lectores puedan conocer más acerca de qué entrañan los versos de este autor.

Un autor que nació y se crio en El Castillo, un emblemático enclave urbano vinculado a los orígenes de Los Palacios. Cursó estudios de Magisterio y Geografía e Historia (Sección de Arte), en la Universidad de Sevilla. Ejerció como Maestro (1969-1993) y, a partir de 1993, como funcionario en la Delegación Provincial de Educación de Sevilla y en los servicios centrales de la Consejería en Torretriana. Desde 1975 participa activamente en la promoción cultural de Los Palacios y Villafranca, con iniciativas como el grupo cultural Higuerilla y su hoja volandera Acequia, en los años setenta, o el Ateneo de Los Palacios y su revista El Soberao, ya en los ochenta.

Ha publicado numerosos artículos en revistas de la localidad y ha presentado en esta a escritores y poetas como Amalio (pintor y poeta), Jacobo Cortines, Fernando Quiñones, Antonio Murciano, Antonio Rincón o José Manuel Caballero Bonald, entre otros. Fue Pregonero de la Semana Santa palaciega (1999) y participó en la obra colectiva Personajes históricos de Los Palacios y Villafranca (2003), con una semblanza de Felipe Cortines Murube. Ha intervenido como prologuista y/o ilustrador en diversas ediciones: La sangre espera, de Manuel de Fora; Premios Searus de Poesía; Relatos palaciegos, de Miguel Roldán, y Vientos de ayer, de Antonio Rincón.

EDICIONES PANGEA.- En un poemario en el que su autor se cuestiona, reflexiona o se percibe a través del tiempo, no podía faltar la pregunta sobre cuál es la génesis de Ahora que el tiempo nos alcanza.

EMILIO GAVIRA.- Precisamente, como digo en el EXORDIO de mi poemario, ese cuestionamiento, esas reflexiones sobre el paso del tiempo, esa mirada al camino recorrido, en un momento determinado de nuestra vida —cuando sentimos que el tiempo nos alcanza— es lo que me llevó a plantearme la posibilidad, si no la necesidad, de expresar esos sentimientos por escrito y, más concretamente, en verso. Así fueron surgiendo —floreciendo me gusta decir— una serie de poemas que, agrupados bajo el mismo título de la obra, son los que conforman la primera sección del libro, lo que podríamos llamar el núcleo duro, la génesis del poemario. Luego se añadirían las cuatro restantes, ya más relajadas, hasta concluir en ese divertimento poético que es De la luna. En cualquier caso, debo decir que, aun teniendo prácticamente definido y cerrado el corpus del poemario, tuve serias dudas en cuanto a la oportunidad de editarlo, hacerlo público, de compartir esas reflexiones mías con otras gentes. Porque, como venía a decir Cernuda, nadie conoce mejor de uno mismo el valor de lo que ha escrito, sus carencias y limitaciones, y también, ¿por qué no decirlo?, sus aciertos. Al final, dos hallazgos muy oportunos me ayudaron a vencer esos recelos y dudas: un poema de Kavafis, «El primer peldaño» (1899), y una afirmación de Jacobo Cortines en «Huellas de una creación», Adenda a Pasión y Paisaje. Poesía reunida (1974-2016): «Mejor aceptarse en las limitaciones que naufragar en aspiraciones excesivas». Añadiré que José Hierro, en su carta-prólogo a Gerardo Diego en su poemario Con las piedras, con el viento…, decía estar convencido de que empezaría a escribir buenos versos a partir de su tercer libro. Suponiendo que tenga razón el poeta madrileño, para que haya un tercero tiene que haber un primero…

El poemario está formado por cinco secciones: Ahora que el tiempo nos alcanza, A dos poetas, Bucólicas, Impresiones y De la luna. ¿Podría comentarnos brevemente qué encontramos en cada una de ellas?

La sección Ahora que el tiempo nos alcanza recoge los poemas más intensos, los de más carga emocional. El paso del tiempo y la mirada, no exenta de melancolía, a la infancia ya tan lejana son sus elementos motivadores. A dos poetas representa un paso intermedio, a modo de cámara de descompresión para pasar a las otras secciones. Como el propio nombre indica, son dos poemas dedicados a dos poetas paisanos, admirados y ausentes ya: Joaquín Romero Murube y Manuel de Fora. Bucólicas viene a ser un juego poético basado en la vida pastoril con un cierto toque de ironía. Los poemas de Impresiones son retazos, emociones, apuntes impresionistas sobre vivencias o momentos recordados y, a veces, idealizados. Finalmente, De la luna, es una especie de rondó, a modo de divertimento, en torno a ese astro que tanto ha motivado a poetas de todos los tiempos.

Emilio Gavira en el patio de su infancia. Fuente: RTV Los Palacios

Cinco partes diferenciadas, pero que tienen elementos comunes: el verso libre y vestigios de sus lecturas más recientes. Empecemos por el primero de ellos: ¿por qué el verso libre?

El gran poeta de Moguer, Juan Ramón Jiménez, llamó al verso libre «verso desnudo» y lo consideraba un paso más hacia la poesía pura que siempre persiguió. En mi caso, sin ánimo de comparación con el maestro, encontré en el verso libre una forma poética más espontánea, más viva, más natural y libre, sin esa especie de encorsetado que, al menos para mí, suponen las distintas formas estróficas clásicas. Creo que el verso libre se presta más y mejor a la desnudez poética que es, creo, el ideal de cualquier poeta, sin renunciar por ello a la música del verso, al ritmo, a la cadencia poética que pretendo conseguir —otra cosa es que lo consiga— en mis modestas composiciones. Versolibrismo matizado, dicho sea de paso, por una cierta ordenación estrófica en algunas composiciones.

La obra es también, como decíamos, un homenaje a los poetas y obras con los que más se identifica. Y esto se trasluce, de distintos modos, a lo largo de todo el poemario. ¿Qué nos puede decir al respecto?

En mi poemario abundan las citas textuales extraídas de mis lecturas preferidas en estos últimos años, desde la Biblia a José María Cano, pasando por Garcilaso, San Juan de la Cruz, Cervantes, Bécquer, Rosalía de Castro, Juan Ramón Jiménez, Lorca, Aleixandre, Cernuda, Kavafis, Verlaine, Leopardi, Caballero Bonald, Ricardo Molina, Manuel Bandeira, José Hierro, Amalio, Julia Uceda o Jacobo Cortines. También utilizo en mis poemas palabras, sintagmas, expresiones, e incluso versos, de algunos de esos autores. Luis Cernuda, defendiendo o justificando la legitimidad de estos préstamos literarios o intertextualidades, decía que, a veces, un verso de otro poeta nos ofrece nuestra propia visión o puede iluminar nuestra manera de ver en un poema. En mi caso, pienso que es una forma de mostrar mi reconocimiento y admiración a esos otros escritores, poetas, que tanto me han enseñado y con los que me identifico, en mayor o menor medida, claro.

El profesor, periodista y escritor Álvaro Romero Bernal es el autor del magnífico prólogo de Ahora que el tiempo nos alcanza. Titula su texto Pintar el tiempo en lírica partitura. ¿Qué hallamos de otras disciplinas artísticas y culturales en el poemario?

Mi diletantismo artístico ha girado siempre en torno a la música, la pintura y la escritura, por este orden de iniciación. Por tanto, no es de extrañar que la pintura y la música estén muy presentes en mi poemario, y que Álvaro Romero Bernal haya tenido el acierto de titular su espléndido prólogo como Pintar el tiempo en lírica partitura, conjugando perfectamente los elementos fundamentales que, creo, concurren en Ahora que el tiempo nos alcanza: el tiempo, el lirismo, la música y la pintura. He procurado —y no sé si conseguido— impregnar mis versos del plasticismo, el color, la luz propios de la pintura y, a la vez, de la cadencia, el ritmo, la armonía de la música. Sinestesias, imágenes, aliteraciones, comparaciones o metáforas, adjetivos y nombres que remiten a experiencias sensoriales: del gusto, del tacto, de la vista, del oído o del olfato. Sería tedioso poner aquí y ahora ejemplos de todo ello. Mejor esperar, como es mi deseo, que sea el lector quien los descubra en las distintas composiciones que integran el poemario.

El autor lee algunos versos de su poemario. Fuente: RTV Los Palacios

Escribe en el Exordio del poemario que «entregarse a estas alturas vitales a la magia de la escritura, y sobre todo en verso, es harto difícil, si no un reto, pero, a la vez, sumamente reconfortante, enriquecedor». También que la poesía es «adictiva». ¿Qué tiene realmente la poesía para crear esta adicción? ¿Qué da a los autores y a los lectores?

El adjetivo de «adictiva», referido a la actividad poética, utilizado en mi introducción al poemario, no era más que una alusión al comentario que Cervantes pone en boca de la sobrina de don Quijote, en el sentido de que «hacerse poeta (…) es enfermedad incurable y pegadiza». O sea, que el hábito de la poesía, esa necesidad o urgencia de decir que comentaba al principio de la entrevista, es difícil de abandonar una vez que se establece en nosotros, aunque como en mi caso haya estado latente, agazapada tantos años. Creo que la acción poética cambia nuestra visión de la realidad, vemos las cosas de otra manera, las sentimos de otra forma. La poesía es, así, un (otro) modo de relacionarnos con la realidad, de observarla desde fuera y de revertirla hacia dentro transformada en poema. De ahí que requiera una lectura distinta, más atenta, sin distracciones, más solidaria, si cabe, con el autor. La poesía requiere un esfuerzo por parte del lector, que no se da en otros géneros. No es fácil leer poesía, auténtica poesía. Por eso no abundan los lectores de poesía. En este sentido, esa especie de adicción que decíamos al principio se extiende también a esos lectores, que suelen ser muy fieles al género y a sus poetas preferidos.

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