¿Cuántas veces nos han preguntado por nuestro trabajo y no hemos sabido responder con propiedad que somos escritores? Esto se debe mayormente al síndrome del impostor, el cual irrumpe en nuestra cabeza con pensamientos negativos hacia nosotros mismos y nos bloquean, haciéndonos dudar de nuestras capacidades como escritores hasta límites insospechados.
Suele aparecer en forma de rachas, y afecta a cualquier persona que se dedique a una rama artística en general. Así que no debemos preocuparnos, es algo normal y tiene solución.
Es por ello que en Ediciones Pangea indagaremos un poco más en este fenómeno que tanto nos perturba, y trataremos de ofreceros ciertas pautas para enfrentarlo de la mejor manera posible.
¿QUÉ ES EL SÍNDROME DEL IMPOSTOR?
El síndrome del impostor (o síndrome del fraude) es un fenómeno que afecta a las personas, de forma que las hace dudar de todas y cada una de sus capacidades para dedicarse a alguna tarea en concreto. Durante este proceso, el individuo tiende a pensar que todo lo que hace es un fraude, y llega a temer incluso que lo descubran.
En el caso de los escritores, el síndrome del impostor provoca que lleguemos a pensar que nada de lo que hemos escrito y vayamos a escribir ha sido o va a ser bueno, por lo que no tenemos ni derecho de llamarnos escritores como tal. Todo esto, tanto a los ojos de los demás como a los nuestros.
Por muchas horas que le dediquemos, muchos logros que consigamos o muchos libros que tengamos publicados, siempre vamos a pensar que no somos lo suficientemente buenos como para autodenominarnos escritores profesionales. De hecho, el síndrome del impostor aparece sobre todo en personas que han logrado muchas cosas en su vida gracias a la escritura, y esto agrava aún más el problema, pues al síndrome se le suma el miedo de que alguien más descubra el «fraude» de haber conseguido tantos reconocimientos y tanto éxito sin ni siquiera ser un escritor de verdad.
CAUSAS DEL SÍNDROME DEL IMPOSTOR EN EL ESCRITOR
Vivimos en un mundo repleto de «titulitis», es decir, si no cuentas con un título que corrobore que has aprobado un numero de exámenes, no eres nadie. Y en el caso de los escritores, no existe ninguna carrera, grado o estudio cuyo título pueda decorar la pared de nuestro despacho.
Es cierto que, a día de hoy, existe cada vez más formación referente a la escritura, pero aun así no contamos con nada que pueda otorgarnos un título, por lo que puede suponer el primer problema a la hora de considerarnos escritores profesionales.
Otro aspecto a tener en cuenta como causa del síndrome del impostor es que no se puede cuantificar el grado de implicación para poder autoreconocernos como escritores profesionales. Es decir, aunque es cierto que en la mayoría de profesiones hay que estar formándose continuamente, también lo es el hecho de que, si la carrera necesaria para poder desarrollarla son cuatro años, ahí tenemos una cantidad numérica, pero ¿cuántos años debo dedicarle a la escritura para poder considerarme autor? ¿Cuántos libros debo publicar? ¿Si son autopublicados también cuentan? Y así con un sinfín de preguntas más.
La ambición es buena, pero en su justa medida. En el momento en que empezamos a plantearnos que nada de lo que hagamos o logremos es suficiente, quizá tengamos que comenzar a tomarnos las cosas con otra filosofía, o de lo contrario podremos caer fácilmente en el síndrome del impostor.
PRINCIPALES EFECTOS DEL SÍNDROME DEL IMPOSTOR

Al igual que con el resto de padecimientos de este tipo, el síndrome del impostor no afecta a todos los escritores de la misma forma, pero es cierto que cuenta con una serie de patrones comunes que sí que se suelen repetir en todos los individuos que lo padecen.
El primero de ellos es un alto nivel de autoexigencia. Como ya comentamos en el apartado anterior, está bien tener ambiciones y querer dar el máximo de nosotros mismos, pero puede llegar a un punto en el que toda esta cantidad de autoexigencia se vuelva contraproducente.
Está claro que los primeros críticos de nuestro trabajo debemos ser nosotros mismos, pero, si no sabemos gestionar esta presión, puede convertirse a largo plazo en un grave problema tanto para nuestra autoestima como para nuestra salud mental.
Todo esto nos lleva al segundo punto, puesto que, al ser tan autoexigentes con nosotros mismos, también estaremos más pendiente de todo lo que hagan los demás.
Ya lo dice el dicho: las comparaciones son odiosas… y el ser humano no concibe la vida sin ellas. El problema reside en que vivimos en la era tecnológica, y con las redes sociales estamos continuamente siendo bombardeados por estímulos externos relacionados con las vidas ajenas, por lo que inevitablemente tendemos a fijarnos en lo que hacen los demás, lo que puede llegar a causarnos frustración y sentimientos que no son nada positivos para nosotros, tanto a nivel profesional como personal.
Por otro lado, tendemos a pensar que tanto nuestros éxitos como nuestros logros no dependen en absoluto ni de nuestro trabajo, ni de las horas dedicadas, ni de nuestras ganas. Todo lo que tenemos se lo debemos absoluta y exclusivamente a la suerte.
A ver, siendo extremistas, razón no nos falta. Por todos es sabido que la suerte juega un papel muy importante en todos los ámbitos de la vida, pero no todo se lo debemos a ella. Como escritores ambiciosos, lo lógico es que busquemos la mejor oportunidad para lograr introducirnos en el mundo de la escritura, pero una vez dentro, si hemos logrado mantener una posición, también ha sido por nuestro esfuerzo y nuestro talento, y esto nunca debemos obviarlo.
Y, por último, el cómputo de todo lo anteriormente visto nos acaba llevando a pensar que somos el mayor fraude que ha pisado la faz de la tierra. Esto también se debe a la rapidez a la que nos tiene acostumbrados la vida actual, es decir, cuando obtenemos algún logro, ya estamos pensando en el siguiente para conseguir autosuperarnos, y eso hace que nunca estemos conformes con nada de lo que hayamos conseguido en el pasado.
CÓMO GESTIONAR EL SÍNDROME DEL IMPOSTOR
- Lo primero que debemos hacer en estos casos es hablar las cosas con gente de nuestra confianza. Abrirnos y que nos sepan escuchar y comprender nos ayudará mucho a liberarnos de cierto tipo de pensamientos negativos. Si nosotros no somos capaces, nuestra familia y amigos nos harán ver todo lo que valemos.
- Debemos tratar de aprender a observar las cosas desde otra perspectiva e intentar cambiar los malos hábitos que nos ocasionan todos esos pensamientos negativos hacia nosotros mismos.
- Aprender a valorar el hecho de que nadie es perfecto, y que, por tanto, nosotros tampoco lo somos ni tenemos por qué serlo. Sé benevolente contigo mismo, con tus errores y tus aciertos.
- Nunca debemos entrar en el bucle de compararnos con los demás. Cada persona lleva su propio ritmo, así que céntrate en el tuyo y trata de dar la mejor versión de ti mismo.
- Y, por último, pero no menos importante: aprender a valorar nuestros éxitos. Son tan válidos como los de cualquier otra persona, por lo que tenemos todo el derecho del mundo a disfrutar con las felicitaciones y halagos que nos hagan.